El libro Terrible y dulcísimo, enigmático y sabio, es a quien se evoca en este libro, el gran exiliado de la conciencia contemporánea: el padre. Padre todo sentido desde el cual se pretenda entender -y que sigue siendo inactual- : el Dios Padre religioso, punto de referencia de quienes aún buscan con obstinación y humildad el sentido de su propia vida; o bien, el padre espiritual, ancla de consuelo, confianza, consejo, el que plasmó Alda Merini en la figura de David Maria Turoldo: «Un cura que disipaba las tinieblas, que acaririaba las carnes ya pútridas por la distancia, un cura que era la memoria».


La autora
 Nacida en Milán (Italia) en 1931, Alda Merini comienza a escribir a una edad temprana. Gracias al aprecio de amigos y escritores –entre los cuales se hallaban Giorgio Manganelli, David Maria Turoldo, Maria Corti, Luciano Erba–, algunos de sus poemas aparecen en Antología de la poesía italiana 1909-1949, publicada en 1950 al cuidado de Giacinto Spagnoletti. Cuando vio la luz su primer libro, La presenza di Orfeo (1953), la respuesta de la crítica y de los poetas más importantes del momento fue unánime: Oreste Macrí, Salvatore Quasimodo, Giovanni Raboni o Pier Paolo Pasolini, entre otros, la acogieron con entusiasmo. 

Libros como La tierra santa (1984), por el que recibió el premio Libex Montale en 1993, Baladas no pagadas (1995) o los tres volúmenes editados ya por Vaso Roto Ediciones (Cuerpo de amorMagnificat La carne de los ángeles) dan buena muestra de la importancia de Alda Merini, que fue candidata habitual al Premio Nobel de Literatura.