Rusiñol blog El País Valencia
Leo con pasión las Máximas y malos pensamientos (2014), de Santiago Rusiñol, que ha traducido, anotado y prologado Francisco Fuster para Vaso Roto Ediciones. Digo que leo con pasión porque a pesar de ser un volumen publicado en 1927 conserva mucha actualidad.
Las 'máximas' suenan a dichos pomposos de gran antigüedad, reglas de urbanidad y buen comportamiento concebidas por moralistas estrictos. En cambio, 'malos pensamientos' suena deliciosamente pecaminoso.
"¿Hijo, has tenido malos pensamientos?" Esas cosas podía preguntarlas un cura en el acto de la confesión. Entonces, cada uno de los feligreses podía contestar dándose golpes de pecho. "Sí, padre, lo admito. He tenido malos pensamientos e incluso ha habido tocamientos".
Observemos la coincidencia sonora, incluso la rima forzada que podríamos provocar. Pensamiento y tocamiento. Si piensas, lo haces con el cuerpo mortal que Dios te ha concedido (llámale Dios, llámale...). Si realizas tocamientos, entonces comienzas con ese cuerpo mortal: la caridad bien entendida empieza por uno mismo. Esa idea de pecado, de falta cometida contra Dios, es extraordinaria: aquello con lo que cuentas, este organismo pronto achacoso, es motivo de tocamientos a causa de malos pensamientos.
Sé que Santiago Rusiñol no habría suscrito esta loca presentación que hago de su obra. Pero sé que Francisco Fuster me la perdonará. No sé si él tiene malos pensamientos. Me refiero a Fuster. Yo, por mi parte, no dejo de pervertirme. Traduce Fuster el subtítulo: "Piensa mal y no errarás", una versión muy próxima al catalán. Yo habría dejado, quizá, el dicho tradicional. Piensa mal y acertarás.
Algunos, Fuster incluido, llevamos años pensando mal. ¿En qué sentido? No en la suspicacia ante el comportamiento ajeno; no en la sospecha roñosa. Pensar mal es abrir la mente, es romper el sentido común imperante. Pensar mal es quebrar el orden establecido y las ideas inevitables, forzadas. No se si acertaremos. Yo, desde luego, no impido con ello morirme. Quiero decir: si pensar bien me evitara el Infierno, a lo mejor me esforzaba. Pero no es así. El propio Rusiñol lo dice con crudeza en alguno de sus aforismos más deslenguados.
Sin duda, hay aspectos de Santiago Rusiñol que hoy nos escandalizan: incompatibles con un pensamiento políticamente correcto o con la moralidad rigurosa de nuestros días. No está mal que eso suceda así. Los autores no permanecen incólumes y sus obras sufren inevitables deterioros o trastocamientos. Pero lo que queda, sin duda, es un estilo, una forma de compendiar y de sintetizar, una manera de abrevar en las fuentes de la experiencia y de abreviar el pensamiento resultante. Épater le bourgeois.
El autor vuelca lucidez y acidez, misantropía y misoginia, una misoginia tontorrona y hoy delictiva. Tiene malos pensamientos, como reza el título. Sin duda, el prologuista y traductor, Francisco Fuster, ha hecho bien en no maquillar los aspectos más antipáticos de Rusiñol. También Friedrich Nietzsche fue un consumado misógino. Qué le vamos a hacer: las buenas ideas e incluso los malos pensamientos no impiden el tópico, la idea recibida, las palabras mal dichas y peor concebidas.
El aforismo es un género creciente. No es una paradoja lo que escribo: tampoco es un aforismo involuntario. Es, por contra, una realidad constatable. Leo a Ramón Eder y ya echo en falta mi suministro, sus libros, que tanto alimento espiritual me proporcionan. Lo descubrí gracias a Francisco Fuster. Leo a Rodrigo Cortés, el cineasta, autor de A las 3 que son las 2, que me regaló Almudena Amador (de la Librería Ramon Llull), y me maravillan los malos pensamientos de este joven ingenioso y genial en los tiempos del Twittter.
Los malos tiempos, las premuras, los desconciertos, las ruinas del pensamiento y de los sistemas, de las certidumbres y de las expectativas, nos llevan a catar bocados. No nos comprometemos con un empacho, sino que preferimos degustar un poquito de lucidez. O mala uva.
Ah, qué gusto.
Ah, qué gusto.
JUSTO SERNA