Los trinos en el blog de Antonio Ortega



La llamada “generación perdida” es un grupo de escritores y poetas griegos marcados por destinos trágicos y muertes prematuras, y señalada por el desencanto que vive Grecia tras la Gran Guerra y la Catástrofe de Asia Menor (fruto de la guerra greco-turca de principios del siglo XX que desplazó a un millón y medio de griegos), uno de los acontecimientos históricos considerado por muchos como el más triste de la moderna historia del país. Kostas Karyotakis, su figura más representativa -poeta urbano y pesimista, cínico y burlón, y uno de los precursores de la modernidad poética griega- se suicidó en 1928. María Polydouri (Kalamata, 1902-Atenas, 1930) aparece ligada a Karyotakis, con quien mantuvo una corta pero intensa relación, tanto por lazos sentimentales, como por circunstancias parecidas de vida trágica y atormentada: rota la relación que les unía, intenta una nueva vida en París, pero enferma de tuberculosis, vuelve a Atenas el mismo año de la muerte de su amor imposible. A causa de su enfermedad, y quizás ayudada por la morfina, muere a los 28 años, dando comienzo así a su leyenda: “Moriré una mañanita triste como mi vida”. Publicó dos libros fruto de su estancia en el sanatorio de Sotiría: "Los trinos que se extinguen" (1928), por primera vez traducido al castellano, en ejemplar edición de Juan Manuel Macías; y "El eco en el caos" (1929). Hay quien considera su trabajo una versión menor de la poesía de Karyotakis, y quien la cree autora de los más hermosos poemas de amor de la poesía griega. El amor, la belleza, la muerte y la naturaleza son parte esencial de su escritura, pero más allá de la emoción apasionada, sus poemas muestran una identidad en crisis: las dudas y preguntas sin respuesta, la fugacidad y la fatalidad, esa difícil adecuación de conocimiento y felicidad que es fuente de desesperación: “Y soy la vida, y soy el caos, y nada espero de la suerte bufa”. Su gran sed vital no puede sino enfrentarse a la ansiedad de que la vida no sea más que una ilusión: “Sólo porque me quisiste yo he nacido, / por eso sólo se me concedió la vida”. La muerte es entonces, como definitiva forma de ausencia y pérdida, el principio de autoridad de su escritura: “Mi último aliento vendrá a decírtelo, y entonces / todo el amor que te queda será como un candil difuso, / pobre memoria en el olvido de mi tumba”. Por encima del brillo o la contundencia de su estilo, lo que impresiona en estos poemas es, como “el graznido de un pájaro salvaje”, la expresión trágica de la herida profunda del ser humano. Un gran libro en una envidiable edición, por la que recientemente Juan Manuel Macías ha recibido, de la Sociedad Griega de Traductores, el premio a la mejor traducción en español.
 

ANTONIO ORTEGA