Ansina en el blog de Carlos Alcorta




Antes de hablar de las particularidades de este libro, conviene hacer un breve recorrido por la biografía de una autora a la que confieso no haber tenido el placer de leer hasta ahora. Myriam Moscona (1955) es una escritora mexicana —poeta, narradora, periodista— con ascendencia sefardí o, lo que es lo mismo, lleva en su sangre los genes de aquellos judíos españoles expulsados de España (de Sefarad) por los Reyes Católicos a finales del siglo XV que tuvieron que dispersarse por Europa y el norte de África. Su familia se estableció en Bulgaria, aunque se vieron obligados a emigrar en 1948 como consecuencia de la devastación producida por la Segunda Guerra Mundial. Eligieron México, aunque desconocía el español —sin embargo, sus abuelas hablaban ladino, por lo que es fácil suponer que mantenía cierta familiaridad con el idioma que fue aprendiendo paulatinamente. En ambos, ladino y español ha desarrollado su carrera literaria, una carrera que incluye numerosos volúmenes de poesía, entre los que destacamos Ultimo jardín (1983), Los visitantes (1989), con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes, Vísperas (1996), Negro marfil (2000), El que nada (2008) o De par en par (2009) y algunas novelas, como Tela de Sevoya (2012) que mereció el Premio Xavier Villaurrutia. Su obra se ha traducido al inglés, portugués, búlgaro, italiano, ruso, francés, alemán, hebreo o árabe.
 
Ansina (cuya traducción, según indica el imprescindible glosario final, al español es Así es), su última obra, está escrito en ladino (salpicado, eso sí, con versos en español), lo que representa la primera de sus particularidades. Moscona explica sus razones en el «Exordio»: «Opté por dejar los poemas en su versión original con la asistencia de un glosario. Creo entender que mis razones se hallan en el carácter que recoge para mí el judeo-español. Es decir, las cosas sólo pueden ser dichas en una lengua y no en otra […] hay expresiones que solamente me brotan en ladino: el habla que me permite entrar en otra dimensión del tiempo, en una más íntima, familiar y primitiva».
 
Reconforta leer un libro como éste, sobre todo después de que se haya materializado hace unas semanas una vieja y justa aspiración de la comunidad sefardí, la de obtener, al fin, la nacionalidad española, un acto ejemplar que honra a quienes, a pesar de los pesares, no han cesado jamás de revindicar sus orígenes. El libro está dividido en cinco secciones: «De empolvaduras», «De mordideros», «De kreaziones i undimientos», «De sensya» y «De eskrivideros». En todas ellas se deja sentir la influencia de la lírica tradicional española, acaso realzada por la arcaica forma de su escritura, más acorde con el alfabeto fonético, ya que fonema y sonido comparten generalmente un mismo signo, una misma letra. Transcribimos para hacernos una idea, por ejemplo, el poema titulado «Lo ke fue»: «akeyos polvos/ trujeron estos lodos/ i estas nuvas/ trujeron/ estas luvias/ i estas luvias/ trujeron estos friyos/ i estos friyos/ trujeron estos yelos/ i estos yelos trujeron/ hazinura/ i akeyos polvos/ son lo ke fueron/ ke son estos biervos/ ke mas no serán». Esta concatenación de acaecimientos finaliza con el convencimiento de que las palabras —los biervos— son capaces de reunir en su seno no sólo las transformaciones, digamos, temporales, geográficas, sino las de carácter íntimo, porque los lodos, la luvia, el yelo parecen ser el trasunto de un estado ánimo mudable. «Mas mejor/ ser ke parezer», escribe en el poema titulado «La tripa», idea que parece sustentarse en estos otros versos del poema «La letra beth: el muro»: «Endelntre de la letra beth, todo está avierto para ke puedas saciarte del saver». Un idioma como el ladino, que ha evolucionado escasamente, es, sin embargo, eficaz cuando se trata de exponer sentimientos, profundas emociones, como afirma Myriam Moscona en el poema «Eskrivir de amor o sensya»: «muncho se puede/ decir en esta lingua/ espandirme en ella/ naser ainda puedo/ i escribir de amor y sensya». No nos cabe ninguna duda de ello, después de leer los hermosos y conmovedores versos de Ansina, un libro que recomiendo leer tanto con los ojos del corazón como con los del rostro, porque, como afirma Javier Taboada en el paratexto de la contracubierta, «El lector tiene en sus manos un libro de poesía contemporánea, alejado de los temas tradicionales de la literatura sefardita. De este modo, Ansina nos adentra en un mundo vivo y recobrado: en el origen del universo, en las leyes que lo rigen (desde el comentario rabínico hasta la matemática), pero también en los seres que han pasado por él, lo amado y lo que no puede nombrarse».
 
 
CARLOS ALCORTA